Prólogo
Es en la intrincada esencia humana donde radica la danza del tiempo y de la vida. Ese espacio en que un suspiro efímero, de apenas un segundo y veintidós centésimas, puede torcer el destino hacia la luz o la oscuridad. Cada alma está intrínsecamente atenida a decisiones que van moldeando su ser y esencia, resultando imperativo mantener un espíritu alto, querer buscar el presagio de mirar el cielo y no olvidar que la tierra es el prodigio, para estoicamente, desafiar el inquebrantable curso del tiempo.
Se erige la consciencia, como el faro de esperanza ante todo aquello que no sea ímpetu de mejorar, evolucionar, crecer, construir, proteger y salvaguardar.
Desde el corazón del cosmos, los susurros de “Candragar” se difunden, revelando Ecos de un pasado envuelto en el manto del olvido. La inhibición humana radica en la memoria.
Aquello que no recordamos, pero es, permanecerá en la frecuencia infinita que resuena cada vez más estruendosa en los oídos de quienes quieran —y desarrollen la capacidad— de escuchar.
Camille, en el epicentro de este enigma, ya no es meramente aprendiz de los misterios temporales, sino baluarte y guardiana de su frágil armonía.
Y en un mundo que pende sobre el precipicio del caos, los Cronomantes, señores del tiempo, se enfrentan a un dilema de proporciones históricas, cuyas repercusiones son insondables.
Las decisiones de Camille la zambullen en las profundidades de la historia, navegando desde el nacimiento de la civilización, hasta los umbrales de un futuro aún por desvelar.
En su travesía, se encontrará con verdades y elecciones, que retan la comprensión y cuyo peso amenaza con doblegar su valor.
Y tú: si tuvieras el poder de moldear el destino de la humanidad, ¿te atreverías a sumergirte como un espía del tiempo, a bucear y reescribir aquellos instantes cruciales que han tejido el tapiz de nuestra realidad neomoderna?